El exiguo nivel de las reservas internacionales y el insuficiente ingreso de divisas se traducen en pocos dólares para estabilizar el bolívar
En agosto de 2011 el expresidente Hugo Chávez recibió la propuesta del entonces presidente del Banco Central, Nelson Merentes y de Jorge Giordani, quien estaba al frente del Ministerio de Finanzas, de traer a Venezuela en un “plazo máximo de dos meses” las barras de oro que formaban parte de las reservas internacionales de la nación.
La urgencia, como afirmó el gobierno en avisos de prensa después de aprobada la medida, se debía a que el oro, depositado en bancos extranjeros como JP Morgan, Barclays, BNP Paribas y Standard Chartered, corría peligro por “la crisis del sistema capitalista”.
La narrativa se centró en que la economía de Estados Unidos se tambaleaba y crecía a un ritmo muy bajo, mientras que la zona euro era muy riesgosa por el elevado endeudamiento de Portugal, España e Italia.
Once años después, las reservas internacionales, el tanque de divisas que el Banco Central utiliza para pagar importaciones, cancelar la deuda de la república y ofertar dólares a la economía se ubica en mínimos históricos tras la venta de buena parte del oro y el ínfimo monto del efectivo.
En agosto de 2011 el país tenía en el exterior 211 toneladas de oro y otras 154 en las bóvedas del Banco Central, en Caracas, para un total de 365 toneladas. El balance del Banco Central al cierre de 2022 refleja que actualmente solo existen 69 toneladas lo que se traduce en una caída de 81% y en la merma de gran parte de los lingotes que el país conservó desde 1950.
Tras no ahorrar durante el tiempo de los altos precios del petróleo, un corrupto control de cambio, cuatriplicar la deuda externa, sufrir una catastrófica caída de la producción petrolera y el impacto de las sanciones de Estados Unidos, la columna vertebral de las reservas internacionales está disminuida.
En marzo de 2021 Julio Borges, en su rol de delegado nombrado por el líder opositor Juan Guaidó, denunció la venta de oro a Rusia, Mali y los Emiratos Árabes Unidos.
Al cierre de 2022 las reservas internacionales suman 4 mil 800 millones de dólares, de los cuales, 3 mil 910 millones de dólares corresponden al oro, 832 millones a dólares en efectivo y 67 millones a otros activos de poco valor.
En sus estadísticas el Banco Central añade a las reservas 5 mil 121 millones de dólares que corresponden a Derechos Especiales de Giro que el Fondo Monetario Internacional repartió a sus miembros, pero que el gobierno del presidente Nicolás Maduro no puede utilizar.
Organismos internacionales y una larga lista de países considera ilegítimas las elecciones con las que Maduro se reeligió en 2018 y mantienen sanciones que limitan la capacidad de maniobra del gobierno.
Un detalle importante es que a fin de utilizar el oro como garantía para recibir préstamos, el gobierno dejó en el exterior parte de los lingotes y, de las 69 toneladas que el Banco Central incluye en las reservas, 31 toneladas están en manos del Banco de Inglaterra que no reconoce a Nicolás Maduro como presidente.
Aparte de las reservas el Banco Central y el gobierno cuentan con las divisas que aportan las exportaciones petroleras, pero tras años de pésima gerencia, corrupción rampante y las sanciones de Estados Unidos, la producción se ha estancado en torno a 700 mil barriles diarios, la cuarta parte de lo que era antes de la llegada del chavismo al poder.
Para aumentar el ingreso de dólares el gobierno recurre a la explotación frenética de oro en el Arco Minero del Orinoco desatando un proceso de deforestación y ríos contaminados. A pesar de esta desordenada y costosa estrategia la inestabilidad y la vulnerabilidad de la economía no cesan.
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