Germán Pastor González Riera sufrió quemaduras de tercer grado en 70 % de su humanidad
El Dato:
Se desconoce el paradero del trabajador que, aparentemente, provocó el incendio mientras hacía una maniobra
Jonathan Maldonado
El letargo de los domingos fue interrumpido este 29 de enero por un voraz incendio que consumió por completo la cauchera ubicada en la carrera 10 con avenida Venezuela, barrio La Popa, en San Antonio del Táchira, y que acabó con la existencia de Germán Pastor González Riera.
El olor a caucho quemado aún está impregnado en las instalaciones afectadas. Trozos de llantas tirados en el suelo, cenizas esparcidas por todo el local y escombros son parte de los vestigios dejados por el voraz incendio.
Todo comenzó cerca de las 7:30 p.m. del pasado domingo. La cauchera estaba abierta. González Riera entró a las instalaciones, urgido por ir al baño. Afuera, cuentan los testigos, uno de los trabajadores estaba maniobrando un caucho. Usó gasolina y un fósforo. Una chispa de fuego saltó hasta las pimpinas de combustible, haciendo que las llamas se expandieran raudamente.
González Riera, de 47 años, quien montó la cauchera hace aproximadamente 12 meses en el local que alquiló, no podía salir del baño. Las llamas se lo impedían. La puerta de ese recinto es de metal. Lo más seguro es que hervía mientas trataba de abandonar el recinto.
“Ayúdenme, no me dejen morir”, empezaron a escuchar las personas que se acercaban, atónitas, por el incendio. Dos hombres, de las caucheras cercanas, fueron los primeros en llegar para tratar de ayudarlo. El baño da hacia la pared de la fachada de la cauchera, razón que los motivó a tumbarla.
“Cuando vi que solo tenían un cincel y martillo me fui corriendo hasta mi cauchera y busqué la porra. Con esa herramienta pude abrir el hueco por donde lo sacamos”, contó a Diario La Nación Franklin Contreras, de 32 años.
Contreras escuchaba los gritos de desesperación del hombre. Eso lo empujaba a golpear con más fuerza la pared. “Duré como 10 minutos. No me pregunte cómo hice, pero pude, al final, gracias a la porra, abrir el hueco”, especificó con la pena de que a las horas, González Riera perdiera la batalla en un centro de salud de Cúcuta, Colombia.
La humanidad del hombre herido logró ser sacada por esa abertura. En ese momento, el dueño de la cauchera presentaba quemaduras de tercer grado en 70 % de su humanidad. Aún estaba con vida y fue trasladado, por la primera ambulancia que arribó, al Hospital Samuel Darío Maldonado.
A la par, el carro cisterna del Cuerpo de Bomberos de San Antonio del Táchira empieza a lanzar los primeros chorros de agua hacia el voraz incendio. Las llamas crecían y nada parecía apaciguarlas pese a las maniobras de los bomberos. Vecinos comenzaron a llegar con extintores mientras los primeros carros cisternas privados daban su espaldarazo.
La avenida Venezuela se inundó de espectadores. Cerca de ocho carros cisternas llegaron al lugar. Muchos corrían con el afán de ayudar a los bomberos a sofocar las llamas. El carro de los bomberos de Ureña también se presentó para colaborar. La jornada fue ardua y agotadora; pero al final, consiguieron extinguir el incendio.
El comandante de los bomberos del municipio Bolívar, Jeamine Colmenares, agradeció las muestras de solidaridad y el trabajo en equipo. “Gracias a todos: bomberos de San Antonio y Ureña, conductores de camiones cisternas privados y a la comunidad en general”, dijo conmovido por los aplausos de agradecimiento que les daban los presentes a los 23 bomberos.
González Riera, por decisión de los médicos, fue trasladado esa misma noche al hospital Erasmo Meoz, en Norte de Santander. Su pronóstico era bastante reservado, pues las quemaduras hicieron mella en gran parte de su humanidad.
“Cuando ayudé a alzarlo para llevarlo hasta la ambulancia, parte de su piel quedó pegada en mi camisa”, dijo Contreras, el ciudadano que puso todo de sí para abrir el orificio por donde su cuerpo salió de un baño de 1,5 metros de ancho por 1,5 metros de largo, y donde el hombre vivió, quizá, los minutos más agobiantes y desesperantes de su existencia.
Cuartos y cocina devorados por el fuego
La casa pegada a la cauchera y que estaba separada por una pared, perdió las dos habitaciones, los baños y la cocina. Solo escombros reinan allí. En esos espacios, vivía una mujer de la tercera edad, junto a su hijo. Ella y otros 10 hermanos sobrevivían del pago de los alquileres, entre ellos el que le generaba donde funcionaba la cauchera de Germán.
“Por los tres locales entraban 1.300.000 pesos colombianos, que eran repartidos entre 11 hermanos. De ellos, nueve aún viven, pero por parte de los otros dos, cobran sus parientes más cercanos”, precisó Jonás Niño, hijo de una de las beneficiarias de los alquileres.
Niño, por elección familiar, es el que lleva la administración de los locales. “Donde trabajaba el señor Germán, que era el más grande, y donde se registraron pérdidas totales, se cobraba 500.000 pesos al mes”, resaltó mientras recalcaba el gran trabajo que hacía el ciudadano de la cauchera.
Por el local de venta de lubricantes, y donde los daños solo se concentraron en el techo, cobraba 300.000 pesos; y por el de las verduras, el menos perjudicado de los tres, percibía otros 500.000 pesos. “Este es casi igual de grande al de la cauchera”, indicó.
A cada hermano, o a sus parientes, les tocaba recibir 100.000 pesos mensuales, un monto pequeño que servía para parte de sus gastos y del que, por los momentos, no podrán disfrutar. “Era la ayuda de ellos. Toca esperar a ver qué vamos a hacer”, prosiguió Niño.
En medio de los escombros y cenizas, Niño recoge parte de una fotografía que resistió a las llamas. Es a blanco y negro. En ella aparecen sus abuelos con otros señores “que nos conozco. Se trata de Francisco Useche y Rosa María de Useche, de quienes mi mamá y mis tíos heredaron estas estructuras”, manifestó.
Rememoró que en lo que hoy es una cauchera, consumida por el fuego, funcionó por muchos años el bar La Sultana del valle, administrado por su abuelo. “Luego siguió en el mismo nicho, pero con otro dueño que alquiló el lugar”, destacó, con la esperanza de recibir ayuda por parte de las autoridades municipales para poder reconstruir todo lo afectado.
“En la otra casa, los daños fueron menores. Algunos tanques de agua derretidos”, detalló, al tiempo que alagó el trabajo de los bomberos, dueños de cisternas y el de un primo que también fungió de héroe anónimo. “Él, a punta de tobos, fue calmando las llamas que devoraron los cuartos y baños de la casa de mi tía”, dijo.
Migrante interno
González Riera llevaba casi el año laborando en frontera. Era migrante interno. Llegó a la zona proveniente de Barquisimeto, en el estado Lara. “Él vivía en la cauchera. En esa parte quedaba su cuarto”, señaló Niño, quien desconoce el número exacto de hijos del ciudadano.
“En una oportunidad, conocí a una hija de Germán. Por lo que me dijeron, ayer (lunes 30) lograron llegar a frontera tres hijos. Lo pudieron ver antes de que perdiera la vida”, acotó.
Germán Pastor González Riera, dueño de la cauchera, murió 21 horas después de las quemaduras que sufrió. Perdió la batalla en el hospital Erasmo Meoz cerca de las 5:00 p.m. de este lunes, hora venezolana.